La «Vuelta al Cole» para los niños de Altas Capacidades muchas veces no es algo divertido o deseado. Para ellos supone volver al lugar donde no son comprendidos y donde deben pasar 10 meses de su vida encerrados y señalados.
El cambio de colegio es una opción habitual en estas familias: unas veces por no adaptarse el colegio a la diversidad que aporta el niño ACI otras, porque el mismo niño agota el «recorrido social» entre sus iguales antes de acabar la educación primaria. No debemos olvidar, que estos alumnos presentan una madurez mayor a la edad biológica y actúan diferente a como se espera de ellos por la edad. Sobresalir por ser «listo» tampoco ayuda. Ante esta situación, a las familias sólo les queda cambiar de colegio o desescolarizar.
Desescolarizar es «dejar de ir a clase» y estudiar en casa (Homeschooling) o escolarizarse en un sistema extranjero (colegios extranjeros, normalmente privados, que están instaurados en nuestro territorio y que se rigen por las leyes educativas del país de origen).
La ley educativa española garantiza la escolarización gratuita en las etapas obligatorias y se organiza asignando a la población por territorio u otras opciones, como lugar de trabajo de alguno de los progenitores. La ley también reconoce la libertad de elección de tipo de educación (privada, pública, religiosa, etc) de los padres, siempre que los niños estén escolarizados en un centro (físico) y acudan a clase en dicho periodo obligatorio. Por lo tanto, en nuestro país, no está reconocido el Homeschooling ni la evaluación a distancia, a no ser que se pertenezca al programa CIDEAD. Este programa, ideado para
«proporcionar, a través del Centro Integrado de Enseñanzas Regladas, atención educativa de educación básica y secundaria para adultos a los ciudadanos españoles en el exterior y a aquellas personas que, aun residiendo en territorio nacional, se ven imposibilitadas para recibir enseñanza a través del régimen ordinario«
en realidad sólo acepta alumnos en edad de escolarización obligatoria, si pertenecen a programas de alto rendimiento deportivo, familias con niños que deben residir por un tiempo en el extranjero o familias que tienen vida itinerante (circos, artistas…). El resto de alumnado puede y debe ser atendido en los centros presenciales diseminados por todo el territorio español. Aunque eso es discutible, ya que hay niños como los nuestros, que siendo reconocidos como de Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (ACNEAE o NEAE) y estando escolarizados, en la práctica nadie sabe como atenderlos. La realidad es que hay poca formación y mucha desinformación.
En una carrera a ciegas por la búsqueda de un colegio donde «entiendan» a su hijo, las familias de niños ACI se dan de bruces con esta realidad cada curso escolar. «Si al menos encuentras un colegio donde los niños se sienten integrados, aunque no reciban una educación específica para su alta capacidad, te das con un canto en los dientes», nos dice una de nuestras familias. «Muchos niños ACI prefieren esconderse, mimetizarse, pasar desapercibidos con tal de no ser señalados como raros por el resto de la clase», nos comentan. Y esto no es sano para la salud mental de nadie, mucho menos para menores que, algunas veces, no llegan a la adolescencia. Nuestros niños cambian el «crecer» por el «sobrevivir», poniendo todas sus fuerzas en la estrategia del camuflaje, en vez de en el estudio.
Para estas familias es una suerte encontrar un colegio donde exista un profesor, un proyecto o un equipo directivo que estén mínimamente formado y presenten mucha vocación para trabajar con niños de Altas Capacidades. Oficialmente no se debe segregar, pero la realidad es que en la escuela inclusiva que tenemos hoy, los niños de Altas Capacidades salen perdiendo porque no son atendidos adecuadamente. No decimos que haya que instaurar aulas puras de ACIs, pero si no somos capaces de atender a la vez al que no llega a los mínimos y al que se pasa de los máximos, tendríamos que plantearnos cómo no perjudicar a ninguno de los dos. Eso, sin hablar ya de resultados académicos y centrándonos sólo en el bienestar y el buen desarrollo de los niños.
A continuación ofrecemos el testimonio de dos de nuestras familias que este mismo curso se han enfrentado a un cambio de colegio. Ambas coinciden en la farragosa y tediosa burocracia que les lleva a agotar todos los plazos dispuestos por la administración para poder optar al centro que desean. Sin olvidar tampoco que estos trámites van acompañados de casuísticas concretas e infinidad de emociones, también resultan dolorosos y desesperantes en la mayoría de los casos.
«Impacta… cuando te dice tu psicólogo que la pérdida de memoria a corto plazo de tu hijo puede ser debido al trauma generado por el estrés vivido al ir al colegio. Ya sea por el maltrato psicológico y físico de sus compañeros o por el «machaque» intelectual del sistema educativo o por ambos juntos.
También impacta que al intentar cambiar de colegio, porque sabes que no es un capricho sino una necesidad vital para tu hijo y tu familia, todo sean trabas y cuestión de números (ratio) y burocracia.
Así comienza la etapa infantil de mi hijo, con traumas, cambios de humor, alergias, caídas de cabello y tics nerviosos.
Así se enfrentan unos padres a la realidad de una sociedad sin escrúpulos. Esta es la fuerza que sale de lo más profundo de nuestro ser para querer cambiar la sociedad que nos rodea.»
Padres de Juan, 4 años.
«Cuando te tocan a un hijo y lo ves indefenso, sabes su lucha contra gigantes y tienes las manos atadas, todo se desmorona. Si el problema fuera contigo, sabrías luchar, plantar cara, dialogar, negociar, buscar… pero cuando son tus hijos los que sufren y tú eres consciente, entiendes la rabia que ellos llevan por dentro, porque la tuya es mayor.
La administración, que debe velar por los intereses de ese menor no hace nada y pone trabas, porque las normas que se instauran para asegurar ecuanimidad y transparencia, juegan en contra de estos niños que no bareman por su diferencia concreta no reconocida. Cambiar de colegio y elegir el que crees que mejor respuesta va a dar se convierte en tarea imposible, en lucha dolorosa.
No actuar es, a veces, peor que actuar y equivocarse, porque el tiempo para estos niños, sigue pasando… sigue contando. Esos niños crecen, pasan cursos, les pasa la vida y lo único que aprenden es que sólo sus padres les defienden, si éstos no se han rendido por el camino, porque el precio a pagar es muy alto: contra viento y marea, retrayendo incluso su vida social ya que nos sentimos atacados por quienes deberían ayudarnos y defendernos.
Tener altas capacidades (-20% de la población, ver estimación del profesor Tourón-) no es algo de lo que avergonzarse y sin embargo, en este país tienes que esconderte si no quieres ser señalado por los que no te entienden, o sea, el 80% del resto. Ser ACI y sobresalir cuesta caro. Y no hablamos de desembolso económico en colegios privados-concertados, ni en clases particulares, ni en talleres o desplazamientos para visitar tal o cual museo o charla… eso lo damos por bueno si vemos a nuestros hijos felices. Hablamos de hijos que son machacados psicológicamente por no encajar en lo que la sociedad entiende por «normal». Sus habilidades, sus intereses particulares no interesan o interesan poco. Tampoco les valoran, a no ser que te de por marcar goles en un partido de fútbol.»
Padres de Isabel y Antonio, 14 y 10 años.
Una de las preguntas estrella cuando alguien se pone en contacto con nuestra asociación es «¿en qué colegio puedo escolarizar que atiendan a mi hijo?«. Nosotros siempre respondemos que depende mucho del carácter del niño, de su recorrido vital y de cómo encaje con el profesor y aula que le toque. Pero también es cierto que, con el tiempo vemos colegios que funcionan y colegios que no. Colegios estupendos, pero con profesores concretos sin vocación y, ay! si te cae ese profe!. Por esa razón y porque no existen aulas puras para Altas Capacidades (equivalentes a Centros de Alto Rendimiento para deportistas, o Conservatorios Superiores de prestigio para músicos), sólo nos queda el ensayo y error.
Como familias, nos gustaría de la Administración Educativa más comprensión, menos trabas y más formación a los docentes que son los que tratan a diario con nuestros hijos. No tener en cuenta las necesidades específicas de los ACI es como querer quitar un color del arcoiris.